El británico John Peake Knight, precisamente un ingeniero ferroviario, quien propuso emplear dos lámparas de gas, una verde y otra roja, para que pudiera verse en la oscuridad. De hecho, esos colores ya se usaban en las vías ferroviarias debido a su intensidad y visibilidad. No obstante, se trataba de un dificultoso mecanismo que, tras dos meses de funcionamiento, el 2 de enero de 1869, explotó y causó la muerte del operador en Londres.
Ya en 1910, el ingeniero Ernest Sirrine realizó mejoras en el semáforo de Peake Knight: diseñó un modelo automático con las palabras stop (detenerse) y proceed (proceder). Las luces automáticas verde y roja fueron una ocurrencia en 1912 de Lester Wire, un policía de Salt Lake City, y serían patentadas por William Ghiglieri e instaladas en la ciudad de San Francisco cinco años después. La ventaja es que el semáforo podía ser accionado o desactivado a propósito por la policía, para casos de emergencias. Cabe mencionar que esta invención nunca fue patentada.
Las tres luces que actualmente regulan el tráfico urbano de todo el mundo se completaron cuando, en 1914, el oficial de policía norteamericano William Potts añadió el color ámbar, como etapa de transición entre movimiento y detención, en un semáforo de la ciudad de Cleveland.
Finalmente, en 1936, Charles Marshall ideó un semáforo rotatorio, que mostraba los segundos que quedaban antes de que termine la señal verde y aparezca la roja. No obstante, su invento no tuvo éxito: tenía el aspecto de un reloj cuyas manillas transitaban a lo largo de la señal verde, roja y, brevemente, la amarilla.
Parece ser que este modelo era menos intuitivo y más difícil de comprender. Un modelo de semáforo rotatorio (en la imagen) se conserva en el Museo de Melbourne. /WikiCommons.
¿Cómo acogieron los ciudadanos la llegada del primer semáforo?
Los testimonios documentados atestiguan que los peatones, al inicio, tuvieron muchas dificultades para adaptarse a este nuevo sistema de luces automáticas. Por otra parte, no cabe esperar lo contrario, como cada vez que se instala un nuevo ingenio entre la población. No fue hasta los años 20 que comenzó a plantearse la necesidad de elaborar un manual de tráfico, donde se recogiera que todos los usuarios de la vía tenían los mismos derechos, vayan a pie o en automóvil, y donde se considerase que la vida humana estaba por encima del derecho a viajar a una determinada velocidad.
A lo largo del siglo XX, los semáforos fueron evolucionando. Las lámparas de gas se acabaron sustituyendo por luces led, mucho más eficientes y seguras. De hecho, consumen solo el 10 % de la energía que necesitaban las viejas lámparas incandescentes. Ahora, el semáforo es un elemento cívico imprescindible en las ciudades, y que equipara en derechos y seguridad a los transeúntes y a los ocupantes de los vehículos.
Fuente: Muyinteresante